Han pasado 6160 días.
Hoy, 23 de abril de 2022 volvemos a tener una cita con la historia. Es hora de levantar la tercera Copa y de que, esta vez si, lo excepcional se convierta en habitual o, al menos, no tan esporádico. Es hora de renovar las fotos y de poner al día los recuerdos grandes. De unir generaciones. De añadir nuevos nombres a las leyendas. De que junto a los Esnaola, Cardeñosa, López, Biosca, Alabanda y compañía de 1977 y los Oliveira, Dani, Doblas o Edu de 2005 figuren los Canales, Fekir, Borja Iglesias o Bartra con el eterno Joaquín Sánchez como nexo de unión y único futbolista de nuestra historia a día de hoy con posibilidad de ser dos veces campeón.
Es hora de echar la vista atrás y como dicen que pasa antes del trance último de la vida, ver pasar imágenes de toda una existencia en Verdiblanco. De ver a esos legendarios campeones del 35 traer desde Santander la primera Liga a tierras andaluzas, mal que les pese a los muchos que les pesa, cuatro años después de disputarle al mejor Athletic de la historia la final del 31. De ver y honrar a aquellos que soportaron la travesía por una Tercera de polvareda, de carreteras secundarias, de rifas para sobrevivir durante siete interminables años que acuñaron el inmortal manquepierda y sin los cuales nada existiría. De ver a Benito Villamarín devolver al Betis a su sitio desde aquel palco de balaustrada verde en el retorno de los 50. De ver a los jugadores de que hablaban nuestros padres con veneración, los Luis del Sol, Aragonés, Eusebio Ríos, Bosch, Rogelio y el Carranza del 64 que tanto significó en el Betis de entonces y que tanto desprecian quienes no saben de lo que hablan.
De la segunda travesía de los 60 y 70 sostenida por un grupo de canteranos, los Telechía, González, Macario o Quino con vaivenes, descensos y ascensos que culminó con el equipo campeón del 77 ahormado por Ferenc Szusza y rematado por aquel vasco cabal y serio llamado Rafael Iriondo con Pepe Núñez a los mandos. De mirar cómo López responde con dos goles a la genialidad de Julio Cardeñosa, cómo una afición y un equipo minoritarios en el estadio, se comen al león vizcaíno, cómo Esnaola le gana la partida a Iribar por dos veces y cómo Cobo levanta la Copa y le cede los honores a Rogelio Sosa.
De la pirueta macabra que nos manda a Segunda un año más tarde y de un tarde infernal de calor ante el Granada en la que un testarazo de Hugo Cabezas nos pone en Primera, una vez más. Del poderoso Betis de los 80, de un vendaval desatado que atiende por Rafael Gordillo, de los Morán, Diarte y los gloriosos restos del 77 y de Luis Carriega, sabio gallego.
Del silencio posterior ante las faltas de Calderón, de los goles de un Pichichi llamado Poli Rincón, de una final muy poco recordada en el 86. De otra nueva travesía, la tercera, finales de los 80 y principios de los 90 y de las agonías para la reconversion en sociedad anónima donde las balas de cañón volvieron a llevar en volandas al Betis como ayer, como hoy, como siempre. Del resurgir de los 90, personificado en las botas blancas de Alfonso Pérez Muñoz, en el sombrero de Finidi, en los centros de Jarni y en un equipo rocoso que se quedó a las puertas de la gloria en el 97 por culpa de un gol en la prórroga que aún hoy duele al verlo. De ver otra vez a Lorenzo Serra Ferrer, artífice entonces y después regresar a otra final y ganarla esta vez, 2005, el portero está asustao con las faltas de Assuncao, con los goles brasileros de Oliveira, con el Principio Edu, con la pujanza de Joaquín.
Del himno de la Champions y una noche inolvidable ante el Chelsea, de nuevo Dani al rescate. De una salvación agónica en Santander, de un ascenso heroico años antes en una Jaén vestida de Heliópolis, de un viaje frustrado a Salamanca donde no pudo ser, del llanto por Miki Roqué, número 26 siempre en nuestros corazones y de otra travesía, la cuarta, que terminó con un gol de Rubén Castro al Alcorcón, uno de los muchos de aquella pareja con Jorge Molina a quienes debemos un trocito de lo que mañana nos jugamos.
Desde esa tarde, 24 de mayo de 2015 todo ha ido creciendo, con altibajos, momentos de desesperación e instantes sublimes hasta llegar a hoy. Hoy es el día. Final y principio. Por todos los que nos precedieron. Por todos los que vistieron la verdiblanca. Por todos los millones de béticos que estarán en la Cartuja, en el Villamarin o en cualquier parte del planeta porque “ más allá de las fronteras siempre habrá alguien que diga viva el Betis manquepierda “.
Porque ya es hora.
A por la tercera, Betis.