Enorme el partido del Betis. Sin contar con lo que ocurrió desde el punto de penalti, los pupilos de Manuel Pellegrini firmaron una reacción sobresaliente, pues el inicio, con monólogo del Barcelona, no invitaba precisamente al optimismo. Levantaron por dos veces los verdiblancos un marcador en contra, primero para forzar la prórroga y, en la misma, para amarrar la tanda fatídica y demostrar que el caché que se inventaron Rubiales y Piqué era y es totalmente injusto. Porque la igualdad primó en este torneo en el exilio, que se cobró (lo único bueno de que no haya un segundo partido el domingo) lesiones importantísimas para el futuro inmediato de un cuadro heliopolitano que tiene todavía muchas batallas que librar por delante en una temporada para su consolidación en la cúspide.
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