1- Lo primero, extrañeza. No se esperaba de ninguna de las maneras que el Señor de los Chicharrones renunciara a éstos y a su contrato con un año de antelación. Muchos no lo creímos cuando lo anticipó la Cope en la voz de uno que solía fallar más que las escopetas de feria. Pero no, esta vez llevaba razón. Una golondrina no hace verano. Naturalmente se desató el melodrama de forma inmediata y quienes más lloraban eran precisamente quienes decían que «Gordon» —como ellos le llaman— se embolsaba dos kilos al año por la misma jeta, que no hacía nada y que solo iba a pasear palmito por los templos gastronómicos de la ciudad. Su objetivo, el mismo de siempre: ese señor con apellido gentilicio que habita en sus peores pesadillas. Los que aún conservamos la cabeza sobre los hombros nos preguntamos por las causas. Supongo que el club tomó nota y lo instó o empujó a ponerse ante las bambalinas ayer mismo ya que las explicaciones de Bustos del lunes no bastaban para saciar a la masa intensita. Lo dijo todo y no dijo nada, en verdad. Puso mucho énfasis en aclarar que no había problemas con nadie y dijo considerar haber cubierto un ciclo. Por lo visto, ha sido habitual en destinos anteriores irse estando en la cúspide, es decir, antes de que lo echen. Yo en principio tiendo a creérmelo y no tengo por qué dudar de él ni de sus motivos. Hay quien dice que maneja una oferta del Barcelona. A mi no me encaja la personalidad opaca y discreta de este hombre en un lugar como ancá Laporta. Pero tampoco pongo la mano en el fuego ni por mi difunta abuela que era una santa. El tiempo lo dirá.
2- Filtración. Es una novedad harto desagradable. Últimamente el club se había tornado hermético como táper de madre. Pero alguien ha echado la lengua a pasear y además han ido directamente al enemigo, nada de paso previo por alguien, digamos, más amable. Conociendo el modus operandi en los últimos tiempos, seguro que han puesto en marcha al comando «ghostbusters» y andan a la caza del topo. Quien sea puede darse por occiso. Torres más altas cayeron por tal causa. Directores deportivos, entrenadores con predicamento y empleados eclesiásticos de gran fama. También pudiera ser que alguien cercano al Señor de los Chicharrones o que vaya a ser cercano en un futuro próximo sea quien ha soltado el proyectil. No es descartable pero no veo qué pueden ganar con ello. El mismo Cordón decía que quería mantenerlo en secreto hasta junio, sabedor de la que se iba a formar. Pero ya digo, no me fío ni de mi sombra.
3- Las consecuencias. Real Betis Balompié, especialista en pegarse tiros en el pie. Ni un día tranquilo, ese es el lema. Está claro que no es la mejor noticia en este momento ni la más oportuna. Pero oiga, vamos a echar el balón al suelo que a voleones es imposible entenderse. Un poquito de calma y de serenidad no nos vendría mal a todos empezando por éste que os escribe que puede llegar a ser tan intensito como cualquiera. Cordón es un alto empleado del club con voluntad propia y sea cuales sean las causas de su marcha tiene derecho a tomar sus decisiones. Pero por muy alto que sea y bueno que haya sido su trabajo —y lo que le queda hasta junio porque no dudo de su profesionalidad— es solo un empleado. Las personas pasan, van y vienen y el que queda es el Betis y éste de ahora tiene unas bases sólidas como para no echar de menos a nadie más allá de lo imprescindible.
Mi llamado no se dirige al comando tóxico y apocalíptico. Esos van a lo que van. A culpar al club de una cosa y de la contraria. De traer a Cordón para no hacer nada y de echarlo por no dejarle trabajar. Los mismos que ya anteayer hablaban de segundazo en dos años —juro que es cierto—, de la cantinela del cansancio de GJPB e incluso del retorno estelar de Kalima. Esos son irrecuperables y muy, muy previsibles. Me dirijo al bético apasionado y sinceramente preocupado por el devenir de su equipo, y le animo a rebajar un poco esa propensión a la telenovela turca que nos ataca con cualquier acontecimiento. A tomar las cosas con más naturalidad y sencillez. A olvidar de una vez por todas esa mentalidad caudillista según la cual si éste o aquel se van o ese otro no viene, todo se hunde y se sume en el caos, de club permanentemente en provisionalidad que depende del pie con que se levante el hombre providencial de turno.
Nadie es imprescindible. Ni siquiera ese que todos estáis pensando. Porque si se está montando esta película con uno que no hacía nada más que comer y cobrar, imaginaos el día que Gran Jefe Pelo Blanco se vaya a jugar al golf a Marbella. Ese día va a llegar, cuanto más tarde, mejor, pero va a llegar y me veo venir harakiris en masa y a más de uno queriéndose tirar por un balcón, en plan beodo inglés en Mallorca. Pero sin piscina debajo.