A nadie que nos lea con cierta frecuencia le puede sorprender que temiéramos por el asunto arbitral. Desde que Medina Cantalejo se hizo cargo del comité técnico de árbitros, aquí en Veritas hemos denunciado con ahínco su conflicto de intereses con el Sevilla, equipo del que es socio, ultra y del que sospechamos que accionista.
Sevilla es lo suficientemente pequeña como para que se sepa que Luís Medina Cantalejo es antibético. Que eso en nuestra ciudad no es malo, de igual manera que ser antisevillista no es más que otra forma de ser bético, el problema es que ese sentimiento lo incapacita para dirigir un estamento que debe impartir justicia. Nuestros humoristas lo explicaron mejor que nadie en cuanto se enteraron de su nombramiento:
El humor es una poderosa arma de protesta. La representación de la justicia suicidándose era una denuncia clara y contundente sobre lo que podía pasar en el fútbol español.
Y ha pasado.
Reconocemos que el Betis lleva años con arbitrajes infames, pero es que desde la llegada de Medina, el colectivo se ha vuelto loco y están desquiciando a todos los equipos… Ni que decir tiene que las actuaciones contra el Real Betis se han venido produciendo con insistente continuidad, mientras otros equipos que buscan los mismos objetivos que nosotros son ayudados con penaltitos sospechosos. La verdad es que da para pensar.
Para colmo, el asunto de los audios entre Rubiales y Gerard Piqué ha centrado el foco de la crítica en los beneficios que se sacan si ciertos equipos quedan en ciertas posiciones. Todo demasiado sospechoso.
En esta vorágine, a Luis Medina Cantalejo no se le ocurre otra cosa que nombrar a Hernández Hernández como árbitro para la final de la Copa del Rey entre Real Betis y Valencia. Uno de los peores árbitros de la categoría que, además, tiene un historial «delictivo» contra nuestro club que resulta increíble. ¿No había mejores árbitros? Por supuesto que sí. Pero pocos demostraban cada partido que eran capaces de pitar contra el Betis de la forma que el partido necesitara. Lo peor es que lo vimos venir.
Esto lo publicamos semanas antes de la oficialidad del nombramiento del colegiado. En realidad era un secreto a voces que Medina tuvo a bien filtrar a Radio Sevilla en agradecimiento a que le dieran cobertura a sus bulos sobre la noche en la que nadie fue a amenazarlo a su casa y en la que movilizó a la policía porque un tuitero decía que iba a ir a hablar con él. Nosotros lo vimos claro porque Hernández Hernández ya estuvo a punto de echar al Betis de la Copa del Rey este mismo año, cuando otorgó un penalti que no era un un gol en fuera de juego al Talavera, equipo muy inferior que nos llevó a la prórroga y que cayó dignamente de la competición.
Este es el gran mérito de Hérnandez Hernández para ser elegido para la final. Por supuesto, también están sus otras actuaciones, casi siempre desquiciantes contra el Betis. Podéis creer que Medina no tiene en cuenta estas cosas, pero os recordamos su antibeticismo. Pensadlo mejor.
Y así, nos plantamos en una final contra un Valencia dirigido por Bordalás, que será todo lo buen entrenador que la gente quiera, pero que es una oda al antifútbol. Un Caparrós 2.0. Y de nuevo, todo el mundo en la órbita del fútbol español era consciente de lo que iba a pasar. Todo el mundo. Todos apostábamos por que Bordalás intentaría que no se jugara al fútbol, que pararía a los béticos con mil artimañas, que haría mil faltas y que intentaría provocar a Nabil Fekir para que el genio francés se autoexpulsara. Esto era vox populi y un buen árbitro hubiera estado preparado para proteger, no ya al Betis, sino el espectáculo. Tan claro lo vimos en Veritas que, de nuevo, nuestros humoristas volvieron a clavarlo.
Y el partido empezó muy bien, con ritmo e intensidad, dentro de unos cauces normales de nervios y fallos continuos, con Canales y Nabil muy presionados cada vez que tocaban el balón. Pero llegó el gol del Real Betis demasiado pronto para lo que esperaban Hernández y Medina, y había que cambiar el paradigma.
La jugada que marcó el cambio fue una entrada en el minuto 13, tres después del gol, de Alderete a Nabil Fekir, que tras controlar un balón largo se había girado con su habitual gracilidad para irse del central. La entrada es de amarilla clara, pero Hernández decide dar el mensaje oportuno: «Estoy con vosotros, o subís la intensidad u os será imposible, tranquilos, que yo estoy aquí para permitirlo«.
El mensaje fue entendido a la perfección. Más aún cuando antes del minuto 14, el que recibe la amarilla es William Carvalho (en una acción que nos parece amarilla, conste, el problema es que la anterior también lo era y no la vio). Antes del 15 permite que estorben a Bravo al ir a sacar una contra (eso está penado con amarilla también) y en la misma jugada, Alex Moreno recibe una entrada en la rodilla de Hugo Guillamón que también es de amarilla y no pita ni falta. Acto seguido hay falta a Fekir que pita. Estamos en el minuto 15 y el partido es otro porque el arbitraje es otro. Han pasado cinco minutos desde el gol del Betis, el Valencia hasta el momento estaba defendiendo más o menos bien pero era inoperante en ataque. el cambio de actitud del árbitro provoca un nuevo paradigma en el que ambos equipos juegan con diferentes normas. Una más dura para el Real Betis, y una más permisiva para el Valencia. Y esto ya no cambiaría hasta el final del encuentro.
Tiene mucho mérito lo que ha conseguido el Real Betis. Todo lo que hace el equipo verdiblanco tiene el plus añadido de jugar con un hándicap en contra que el rival no tiene que sufrir. Manuel Pellegrini ha logrado que sus jugadores tengan una mentalidad rocosa, que rara vez se vayan de un partido, por más que un arbitraje sesgado y desquiciante lo intente.
En el transcurso de los 120 minutos, nuestro equipo fue muy superior y solo la falta de puntería y de un pelín de suerte permitió al Valencia mantenerse con vida. También ayudó a su manera el colegiado perdonando la segunda amarilla a Guillamón y no pitando un penalti a Fekir que clama al cielo. Pero estas son las dos más evidentes, las que por sí solas podrían cambiar el destino del encuentro, pero lo cierto es que desde ese minuto 13, todo el arbitraje fue orientado a mantener al Valencia con vida y tratar de dañar de una u otra forma al equipo verdiblanco. Y casi le sale bien. Porque si bien es verdad que el Betis fue superior y creó ocasiones suficientes como para merecer la victoria, lo cierto es que se llegó a la tanda de penaltis y ahí ya sabemos que puede pasar de todo.
En ese momento, Hernández Hernández y Medina Cantalejo se felicitaban por haber conseguido que el Valencia estuviera vivo hasta el final.
Willian José, Joaquín, Guardado, Tello y Miranda no permitieron que se salieran con la suya, y la Copa del Rey de 2022, muy al pesar de estos dos mediocres empleados de la Federación, se quedó en Sevilla para premiar al único equipo que intentó dignificar el fútbol, el que tuvo que hacerlo teniendo en contra al Valencia, pero también al árbitro y a Medina Cantalejo.
Las palabras de Sergio Canales resultaron un gran lema y, sobre todo, proféticas: Contra todo y contra todos.
Viva su Majestad el Real Betis Balompié.